La labor educativa es una aventura, y a lo largo de los años, en medio de los paisajes cotidianos, el camino nos
depara, unas pocas veces, experiencias
refrescantes que nos ayudan a seguir caminando. La virtud de estas experiencias
es que, después, nos permiten regresar a los paisajes cotidianos con una mirada
nueva, más robusta, más limpia.
Una de
esas experiencia nueva queremos que sea este cine club que ahora nace, con el
objetivo de descubrir un cine habitualmente desconocido para los alumnos, y
además, de desterrar algunos tópicos.
La
mayoría de los alumnos no ve cine clásico. Al igual que la literatura o la
música clásica, el cine es un bien cultural que empieza a necesitar su
inclusión en los programas educativos, porque no podemos permitirnos que los
jóvenes desaprovechen esa riqueza.
Pero
para todo esto es necesario acabar con
ciertos tópicos, como el terror al blanco y negro, el exagerado valor que se le concede a los
modernos efectos especiales, y otras perezas mentales alentadas por la atonía
cultural de nuestra época.
Nuestro
cine club nace, además, bajo el amparo de Francisco Ayala, que en fecha tan
temprana y cargada de significados como 1929
se interesó por el cine, llegando a escribir incluso un ensayo, Indagación del cinema en el que
disecciona con su agudeza habitual el nuevo lenguaje. Ayala, como buen
vanguardista, aplica los procedimientos cinematográficos a la construcción de sus relatos, como
podemos comprobar en algunos incluidos en El
jardín de las delicias.
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